sábado, 10 de abril de 2010

Crónicas de una graduación cancelada

Existen instantes de la vida que interactúan en forma paralela, mientras mi compañero de atrás habla con el del lado yo observo, escucho y participo de esa conversación, sin embargo, nuestras experiencias son diferentes y cada uno guardamos recuerdos de esos momentos de una perspectiva distinta en la que actúa nuestro estado de ánimo, nuestras ilusiones, pero nuestra mente se encargará de borrar todo lo que no debemos recordar, los detalles, las fracciones de segundos que dura una expresión, lo débil que es nuestro juicio a esa edad para plantar cara a una injusticia.

08:25 zulu . Martes 26 de Noviembre de 1985. Clases de Castellano, Alex Benítez era nuestro profesor jefe, lo poco que podía hacer en la sala de clases lo dividía en reuniones, finalización y cierre de notas, corrección de exámenes de otros cursos, hacernos callar a nosotros y preparar nuestra licenciatura.
Alex Benítez nos habla, aprovechen el tiempo, son sus últimas semanas en el colegio y de su vida escolar, los veo muy relajados, piensen que la próxima semana son las últimas pruebas y deben preparar la P.A.A. , llega el primer grito : El burro Salinas le da un manotazo al Gallardo, grita como una loca, todos debemos estar en silencio, él no hará clases y nos pide que lo dejemos trabajar, podemos hacer lo que queramos.
Mi posición en la ventana que da al patio me permite traficar con mensajes cortos, Juan Zamorano mueve mi silla hacia atrás porque quiere ver a Rosa, una chica muy guapa frente a nuestra sala. Viviana, mi amiga, me pasa un papel para avisarnos que nos juntaríamos todos en la plaza Victoria, el tiempo ya estaba mejorando y pronto comenzaríamos a disfrutar de la playa. Yo seguía pensando en cómo lo haría, ya que desde hace unas semanas tenía nueva polola, la pequeña Evelyn de risos color cobre había invadido mi retina y debía decidir cómo seguir compartiendo con mis amigos, era una relación de colegio pero que me traía un poco inseguro ya que recién había finalizado un pololeo de 6 meses con Nury Kartulovic, pero creo que solo tenía ojos para buscar a Karina, de pronto aparece Ruth, el amor de turno del Roberto, unas semanas antes se habían ido juntos del Colegio, evadiendo la férrea vigilancia del July, de donde comenzó un fugaz romance, no terminábamos de reírnos y molestar al Roberto cuando una manga verde de forma abrupta cierra la persiana de madera, era el temido July, su zarpazo con el BIC de tapa azul nos obligó a cerrar la ventana, por lo demás la única ventana de la sala, eso obligó a encender la luz, silencio absoluto hasta que pasa el susto.

10:00 zulu. Martes 26 de Noviembre de 1985. Llega el primer recreo, el ambiente del curso es demasiado bohemio, puede ser comprensible, es la unión perfecta de amigos que están juntos desde hace 4 años cuando ingresamos cuatro primeros medios, pasamos tres segundos medios, luego dos terceros medios y finalmente un cuarto medio, cada día nos recordaban que éramos la primera generación de hombres del colegio y el primer cuarto medio que egresaría, puede que ello hubiese influido en nuestra euforia. Hay grupos en el patio que se miran y hablan muy bajo entre ellos pero no demuestran preocupación alguna, suena el timbre y debemos entrar a clases de matemáticas con el Tolo, sus orejas no nos dejaban ver la pizarra. Hace unas semanas, en la clase se habían desarrollado algunas actividades frentistas y era esa la clase y el momento para repetirlo, comienza con un lanzazo del borrador de madera a la pizarra, el Tolo lo mira y continúa la clase, Sandro Canessa se agacha y lo recoge, pero no lo deja delante, lo trafica hacia atrás, lo coge uno de los hermanos Mora, el profesor lo mira y no se cree que fuese él quien lo tiró, era muy tranquilo, se lo quitan y llega a manos de Bernardo Aravena, de ahí al Pollo Vera quien lo vuelve a lanzar, silencio absoluto, el profesor de espalda los ignora. De pronto un bombazo en la clase y quedamos a oscuras. Era el momento para el atentado, Gonzalo Quijón y el Pichichu Villarroel habían ideado un dispositivo de última generación, un metal doble que lo introducían en el enchufe y hacía un corte que duraba, mientras lo reparaban unos 15 ó 20 minutos, el profesor se aburre, sale de la clase, y así tengo el motivo perfecto para abrir la ventana, Roberto y Juan Zamorano pelean por asomarse pero la ventana es mía, juntamos algunas monedas y pedimos al Tío Juanito que nos compre un Berlín en el kiosco y nos lo pase por la ventana, cuando llega, listos a dividirlo por el hambre matutino, el brazo largo de Juan Zamorano lo toma de las manos del Auxiliar y como si viéramos una bola de fuego se ve volar el Berlín directo a la boca de Juan Zamorano, el hijo de puta se lo tragó entero, con Roberto nos abalanzamos sobre él y con los dedos le retorcíamos los labios para que la abriese, pero fue imposible.
Nos permitieron usar una radio casete, las discrepancias comenzaban entre Bernardo Aravena que quería escuchar su cinta de Duran Duran y Pablo Velásquez por escuchar a Kiss, eso comenzó a subir nuestra autoestima, ambiente frenético que a los 17 años te crees el dueño del mundo. Un mes atrás en una fiesta del curso en la YWCA, varios compañeros fueron vistos enrollados con pastillas anfetaminas, o pepas, algo sin importancia, era quizás más notorio el alcohol en el cuerpo de los muchachos que percibir a uno en estado drogado, pero su entusiasmo se veían por las nubes aquella mañana y la situación denotaba que algo sucedería. Bruscamente se abre la puerta de la clase y nos sorprendió la visita del guatón de Biología, todos pensamos que nos venía a echar la bronca por el corte de luz que ya se había solucionado pero solo era una visita de cortesía, él ese año era profesor jefe de uno de los 3º medios que venían detrás de nosotros y a modo de iniciar una tradición querían hacernos una despedida en el mismo colegio al otro día por la tarde, nos felicitó y se marchó, primer sentimiento que nos avisaba que en poco tiempo estaríamos fuera de las clases, del uniforme, del rigor del July.

11:45 zulu. Martes 26 de Noviembre de 1985. Suena el timbre del segundo recreo, algún error de coordinación entre la plana de inteligencia de July provoca que nos topemos con las chicas en el recreo aun fuera de sus salas, todos eufóricos por estar fuera con nuestras amigas el patio es un lugar lleno de risas y abrazos, rayado de cuadernos, y las capas y delantales fueron los protagonistas de esos 20 minutos, mi nombre YURI, YURI’85, YURINHO, YURITO (+el dibujo que me había inventado hace años en clases) se paseaba ahora en todos los delantales de las chicas que me gustaban, mis amigas y hasta en los cuadernos que aún tenían materias frescas. Algo sucedía, no se veía un Germán Vergara o un Pedro metiendo desesperado las niñas a sus salas, ni menos al July corriendo de un lado para otro con su brazo arriba y la otra mano atrás. Eso aumento los latidos de algunos compañeros, algo ocultaban, sus poses no eran las de una mañana normal en el patio del colegio, eran las poses del fin de semana, de alguna forma algo cambió, el tibio aire de noviembre nos daba la confianza de sacar la personalidad que nos reprimió el colegio los cuatro años de estudio.

12:30 zulu. Martes 26 de Noviembre de 1985. Hora de Filosofía, aun quedan materias pendientes, la profesora de espalda a nosotros en la pizarra, algunos comentando en secreto el culo de la alcachofa, nos pide que mostremos los trabajos pendientes y los que quieran subir nota lo podrían aprovechar, quince minutos para prepararlos se debían exponer en la tarima. Habla el primer compañero que sin pena ni gloria expone su trabajo, la profesora llama al Pichichu Villarroel, colorado como un tomate, solo se para frente al curso y lo único que hace es reírse, se sube y baja de la tarima perdiendo el equilibrio, la profe lo manda a sentarse, como era buen alumno no le hizo caso. Llamó a Pablo Velásquez y fue la gota que colmó el vaso, el Payo fuera de si, con la risa pegada en su cara y los ojos semi achinados coge una silla, se sube en medio de la pizarra y pone la cruz boca abajo, la profesora que gozaba de una paciencia enorme se queda callada, el curso era un griterío de risas que pasaban a ser tensas, de pronto el Payo imita unos acordes de guitarra, hace con sus manos el signo del demonio hacia la profesora y se va a sentar, ya era el segundo. Llama al tercero que no quizo salir y al cuarto tampoco, nadie le hacía caso, estaban poseídos.
Sorpresivamente la profesora me llama y me dice que salgamos al patio, nos fuimos cerca de la virgen y me pregunta si sabe qué es lo que sucede, si pueden haber drogas de por medio, creo que le preguntó al menos indicado, el juego de las pepas se formó en la parte central trasera de la sala de clases, los padres del pichichu tenían una farmacia y él se encargaba de traerlas, pero no estaba a mi alcance ver quienes tomaban, solo podíamos apreciar sus actitudes desbocadas, a mi y al curso nos pilló de sorpresa tanto como a la misma profesora. Ella me comenta entonces que si yo no quiero contar nada se vería obligada a avisar a Dirección. La situación se pone tensa, al margen de que este tipo de acciones van contra el reglamento de un colegio, no dejan de ser chiquilladas que se olvidan de un día para otro, pero el destino y la actitud del colegio, siempre a la ofensiva con sus alumnos, no se dejó esperar, nos trataron como delincuentes por haber deshonrado las normas y pautas del Colegio. Volvemos a la sala de clases, la alcachofa coge el libro del curso y se retira, a los pocos minutos entran Alex Benítez, pálido como una hoja y el bigote más tieso por su claro enojo, cómplice de la Dirección que no fue capaz de ponerse en ningún momento en la edad y el nivel de madurez de sus alumnos, Germán Vergara que usaba sus ojos azules para buscar culpables y Julio Díaz, él feliz, ya tenía el motivo perfecto para castigarnos con todo su peso y nadie tenía los huevos para contradecirlo, su castigo era implacable, y a todos por igual, “Se van del Colegio desde este mismo momento”, no pueden volver a entrar, salvo la próxima semana los que tengan que rendir exámenes pendientes. Como a principios de año no le resultó la jugada de haber dejado de una vez por todas a todos los hombres en las habitaciones que arrendaron detrás del Club Árabe luego del terremoto del ’85, ese era el momento para sacarnos y no vernos aleteando por los patios detrás de las chicas. Se suspendía entonces la licenciatura, solo recibirían el diploma sin una ceremonia, en pocos minutos se une al grupo el guatón de Biología que hace una hora atrás nos había invitado a una despedida para comunicarnos que también se suspendía, debíamos tomar nuestras cosas y salir del colegio.
Se cerró así la etapa que debía ser la más hermosa para un adolescente. ¿Por qué nos preguntamos entonces si siempre un adulto hace las cosas bien?, ¿Qué nos hizo quedarnos en un colegio que a los 14 años nos trató con disciplina dura, humillante y sin motivos? ¿Por qué nuestros padres nunca nos sacaron de un colegio que nos imponía una disciplina que ni en casa la continuábamos?, ¿sería por el régimen de dictadura que imperaba en esos años?, Nunca, como alumnos fundadores pudimos sentir el colegio como nuestro porque la Dirección no lo permitió, lo hicimos nuestro porque te corresponde como adolescente, quererlo, sentirte orgulloso, ¿Con tanta disciplina militar fueron capaces de comprar la banda de guerra después de 4 años pidiéndola?, ¿Por qué no pusieron la placa que tanto prometieron con los nombres de los alumnos que llegaron a 4º medio del año ‘85? ¿Por qué nos olvidaron al momento de poner el pie afuera?, ¿tanto nos odiaban por ser los primeros y no ser los mejores?

13:15 zulu. Martes 26 de Noviembre de 1985. Se cierra nuestra sala de clases, se callan nuestras alegrías, ya volveremos a hablar entre nosotros, si la vida lo permite o en 23 años más solo para decir ¡‘hola, qué tal’!

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