sábado, 10 de abril de 2010

Vendo, baratito vendo y regalo.

A veces pienso que es muy cierto ese dicho 'todo tiempo pasado fue mejor', sin duda, no hay quien diga lo contrario si sólo recuerda las cosas bonitas. Quien tenga un par de neuronas de más tendrá la capacidad, y también el valor, de recordar los momentos amargos. De qué nos sirve entonces un dispositivo de memoria si sólo lo utilizamos para guardar las cosas bonitas ¿y cómo aprenderemos de las malas? Por eso, hoy domingo me he puesto a hacer limpieza, he sacado el baúl y creo que es hora de deshacerme de los recuerdos que, si bien hay algunos malos, ya aprendí de ellos.
Lo primero que encuentro es un papel, con un beso de pintalabios, de una chica de 1986 que dice: "Amor, hoy no he podido bajar al plan... estoy con amigdalitis... te he echado de menos toda la tarde... espero mañana estar bien para que nos juntemos...eso sí, me he comido todo el chocolate que me regalaste, voy a engordar y me pondré fea y tú no me querrás más". Ese momento fue crucial, no maduré esa idea, pololeamos un mes y conocí otra chica más guapa aún y los escándalos que me hizo porque terminamos aun los escucho en mi oreja. ¿Por qué no le regalé más chocolates y así se habría puesto gorda de verdad?, ¿Por qué a esa edad pensamos tan lento y no fui más provisorio? Sin querer, la carta la guardé y 4 años después me reencontré con ella, pero parece que el chocolate no le hacía efecto, era un bombón, y me increpa en la cara ¿recuerdas cuando me dejaste por esa otra chica?, mi respuesta fue rapidísima, “¡sí! pero nunca me olvidé de ti..Es más, aún guardo tu carta”. ¡Fue un gran acierto! seguimos juntos un año más. Por eso vendo esta carta, porque ya no tendré otra ocasión ni motivo para encantarla. Pues quien la compre se dará cuenta de que las cosas te pueden servir en cualquier momento.
Vendo también los mechones que le corte a otra chica en 1987, unos rizos, porque ella iluminaba mis pensamientos cuando las noches se hacían eternas, quien los compre comprenderá que el shampoo de camomilla que usaba tenía un extracto de "no me olvides" y un suave aroma a "soy feliz contigo", ahora los vendo porque ya ese aroma ha desaparecido del cabello, así como mi recuerdo y amor por ella.
Vendo un boleto de Bus Verde Mar, su código termina en 7, mi número de la suerte. Este boleto lo guardé en uno de los tantos viajes que hice para ver una chica. ¿Saben cuál es la distancia más lejana entre mi casa y el término municipal de Valparaíso? ¡La casa de esta chica! ¡puta que vivía lejos!, se acababa el recorrido de la micro y luego tenías que caminar 20 minutos más, además, la altura y la falta de oxígeno afectaba la memoria a los perros de ese lugar, los pulguientos me veían cada día y cada día me salían persiguiendo. Era hermosa, pero al mirar este boleto aprendí que es verdad que las cosas buenas cuesta alcanzarlas, y para saber si tu amor estará a tu lado no debes hacer tantos sacrificios, el destino se encargará de que viva más cerca. Quien se lleve este boleto terminado en 7, entenderá que las cosas cuestan y por muy lejos que estén, a veces están más cerca de lo que parecen.
Vendo un cassette de John Waite, lo guardaba porque la segunda canción 'Missing you' la bailé en una fiesta con una chica que a través de las luces se veía hermosa, su pelo rizado como el de Joey Tempest delataban una personalidad imposible de evitar, sus ojos color esmeralda producto del efecto ultravioleta de la Disco me llamaban del otro lado de la pista y su altura, igual a la mía, no pasaba desapercibida. La letra lo dice "I ain't missing you...! Y si no la sacaba a bailar la perdería, su respuesta fue inmediata y bailamos el blues al ritmo mío, sin girar, y eso a ella la tenía nerviosa. "Every time I think of you, I always catch my breath...”mientras le cantaba al oído... ¡sí! me respondió, estudio en el María Auxiliadora, el ruido no la hacía entender bien o en ese colegio el inglés no era de buen nivel," Ain't missing you...Oh no... No matter what my friends might say... I ain't missing you", pero yo no entendía por qué mis amigos, que yo los nombraba en la canción con tanto cariño, se reían de mí. Se acaba el tema, se encienden las luces porque el blues cerraba la fiesta y ¡Oh my God! era feísima, si a esa edad no bebía no me podía haber equivocado tanto, en 2 segundos me quitaron las medallas de tantas batallas cuerpo a cuerpo que me había ganado con tanto esfuerzo e inteligencia. No podía escapar porque se quedó parada ahí, al lado mío, estirándome la mano para salir juntos...¡¡no Dios mío!! A esa hora no tenía excusas, mañas, subterfugios, argucia, pretextos, coartadas, triquiñuelas, y lo peor de todo...escapatoria. Mientras mis amigos al otro lado de la pista podían sentir mi derrota emocional, mi ego desinflado y mis encantos al mejor postor y nada los hacía apiadarse de mí, se reían a lo lejos, sarcásticos y , como nunca, eran fieles a la regla "Si encuentras pareja no te acercas" y ninguno me tiraba un motivo para volar de ahí, para no salir de la mano con ella ...sino que sus caras desfiguradas aguantando la risa eran un claro grito: " Ta’ rica!". Quien se lleve este cassette, además de llevarse consigo mi mayor derrota liguera, debe entender que en las noches todos los gatos sí son negros, después de todo tampoco es una gran derrota, si lo miramos de otro ángulo quiere decir que tengo buen lejos, que soy guapo hasta de noche y que le gusto hasta las feas ..No es tan malo. Bueno, quien me compre este cassette, ojalá que no le toque bailar con la fea.
Vendo unas botas de charol, taco alto, hasta la rodilla, punta cuadrada, eran de mi abuela, y las vendo porque es un trauma que aun no he podido superar y necesito deshacerme de ellas. Es más, no las vendo, las regalo! Les cuento, "Abril lluvias mil", dice el puto refrán en el puerto (escribo con rabia). 1982, 14 años, primero medio, lluvia torrencial en Valparaíso en casa de mis abuelos, 13:00 hrs, preparándome para bajar al colegio mi madre dice: 'ponte las botas de agua', (siempre odié las botas de agua y me obligaban a usarlas), como a esa edad la resignación ante los padres se levantaba y se acostaba contigo, accedí. ¡Sorpresa! ¡Qué alivio!, se las había puesto mi hermana, eran unisex, y sale la frase de mi Nona que jamás he podido olvidar (incluso cuando murió tomada de mi mano le dije: Adiós Nona y gracias por haberme hecho pasar el momento más vergonzoso de mi vida y estoy seguro que su muerte fue de tanto reírse de mi). ¡Yo tengo unas botas!, dijo con su ternura de abuela, y cuando abre el armario veo semidobladas una par de botas de charol, taco alto, cierre hasta la rodilla, punta cuadrada, cual Xuxa, (hablo de unos tacos de 10cms ehh!, no es broma). Sí! dice mi madre, te deben quedar bien y no parecen de mujer, pruébatelas!, ¡Mamá! ¿Cómo no van a parecer de mujer si brillan?, son de charol!, todavía no terminaba de ponérmelas y mi madre tiránicamente me ordena, ¡vete ya! que es tarde, me levanto del sofá y mi altura era inigualable, en un momento me gustó la idea, veía todo en una perspectiva diferente, ahora entendía a Gene Simmons, mi estatura a esa edad era de 1,70 pues ahora medía 1,82. Bajé el cerro igual que la loca de la cartera del Circo Timoteo, dada mi poca experiencia al taco alto, si hasta sentía el culito más respingón de lo normal, pero creo que era psicológico. Cuando me subí a la micro, lo primero que hago es darme un cabezazo en los fierros pasamanos, ¡claro! era más alto. Continúan mis primeras horas de vergüenza cuando nos toca formarnos. Venía contento porque en los días de lluvia el July acostumbraba a enviarnos directo a la sala, pero ese día el infeliz nos mandó a formarnos en el salón de actos. Sigue la vergüenza, me pongo al lado de mi compañero de escuadrón de cada día, Marco Muñoz, y el brigadier Sandro Canessa me mira y me dice: ¿y voh? ¿Pegaste un estirón?, 'con esas botas no te puedes quedar aquí', si sin botas era el más alto de mi escuadrón, imagínense cuánto medía. 'Te tienes que ir al escuadrón 5' me dice en tono sarcástico, y grita: ¡Johnny! (Por Juan Moreno, el brigadier del escuadrón 5) te mando a uno que pegó un estirón'. Incluso me tuve que formar al lado de él porque aún así era el más alto. Resumiendo, ese día no salí a ningún recreo, y fui el último en irme, como llovía tanto no nos formamos al salir y corrí...corrí...corrí como una yegua de taco alto. Quien me entienda y quien las quiera, jamás, jamás, jamás les hagan ni puto caso a sus padres! Doy fe!
Vendo 4 tapas de botellas de Pisco, las guardé porque simbolizan que no siempre lo que viene dentro de un envase es lo que pensamos que es. 4 tapas de botellas de Pisco que me las tomé un sábado con el Payo, Erick y Roberto fuera de mi casa, luego las llené con agua y las dejé donde mismo estaban, sin saber, el lunes mi madre las envió a mi hermano que estudiaba en la Universidad de Iquique, como las vio con el sello malo les puso corchos y las selló. Guardé sus tapas y con ella los retos por hacer cagadas. Quien se las lleve, entenderá que el copete es bueno cuando lo disfrutas con amigos y que las encomiendas con botellas de agua es plata perdida.
¿A ver qué más tengo por aquí?, unos poemas que escribí y no tienen dueña, unos pétalos de rosa blanca que dicen 'Tú y yo', ¡Mi disfraz de Topo Gigio! este trauma lo superé cuando me dí cuenta que a esa fiesta del colegio iban otros más ridículos que yo. El mío eran unas orejas de esponja que llegaban al suelo, con unos zapatos gigantes y unas manos de esponja también pero pintadas de blanco, caminaba y me caía donde me las pisaba, pero más ridículos eran dos compañeros que decidieron disfrazarse juntos de burro, y uno iba atrás doblado, por donde pasaba le daban patás al burro, qué pena, la idea era buena, pero nuestra madurez festivalera para respetar a los demás no ha llegado nunca y no llegará jamás tampoco. Quien tenga un hijo y quiera traumarlo ¡se lo regalo!
Vendo el primer diskette de mi carrera, que me regaló mi abuelo con tanto cariño en el 93 porque en 1,44mb ahora no cabe ni una foto. Vendo las argollas que le compré a una polola y que, gracias a Dios, nunca las utilicé. Vendo la linterna que usaba en mi mano izquierda cuando saltaba y bailaba a Devo, porque ya encontré mi personalidad. Vendo mi libro de Neruda, que de tantos poemas que leí entendí que no enamoras a nadie, ya que ellas se enamoran de ti por lo que eres. Vendo mis libros de Marx y de Mao en los que nunca encontré la igualdad. Vendo los granos de arena que quedaron en mis bolsillos cuando hablábamos tantas tardes sentados en la playa, porque si esos granos hablaran... Vendo los veranos que pasé pensando en estar contigo pero tú los querías para ti sola. Regalo mi IPod viejo y roñoso de 2Gb porque ya no caben en él todas las canciones que necesito para acordarme de ti. Vendo mi lápiz Bic, con el que escribí tantos sueños de amor y futuros sin final, porque ni yo los cumplí y tú pasaste de mí. Vendo este pañuelo lleno de lágrimas porque huele a tristeza de cuando te dejé, además tiene un moco. Vendo mis ganas de estar contigo porque ya no te elegí o tú no me elegiste a mí, no sé, la cosa es que ya ni te recuerdo. Vendo todos los besos que me diste porque mi baúl está muy lleno y necesito espacio. Vendo el calendario donde marqué el día que te conocí porque desde hace tiempo es un día más. Vendo el tronco del árbol donde, acostados mirando el cielo, tallé tu nombre desafiando la eternidad del destino y ahora lo mean los perros. Vendo las 10 uñas largas que te cortabas y me encantaban pero las enterraste en la espalda de otro. Vendo todas las tardes, las horas y los minutos que pasé a tu lado porque fue tiempo perdido. Vendo mis trancas, mis penas, mis desilusiones, mis desengaños, después de todo, vendo y regalo todo, ya lo he superado...en parte.

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